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miércoles, 8 de mayo de 2019

Pajareo marroquí (I/IV): del norte a las puertas del desierto

El pasado verano se coció la idea entre varios pajareros palentinos de realizar un viaje ornitológico a Marruecos, plan en el que yo cumpliría la función de "guía" dada mi experiencia del año pasado. La verdad es que yo ya contaba con volver en el futuro para saldar las pocas cuentas pendientes que quedaron en 2018, aunque no lo imaginaba tan pronto. Aun así me apunté al carro y el 18 de abril aterrizamos en Tánger, donde alquilamos un total de tres coches para los diez miembros del grupo y nos pasamos el resto del día conduciendo hasta Azrú.

Le Vallon Vert, Azrú

Llegamos a Azrú ya muy tarde. Nos alojamos en el club ecuestre Le Vallon Vert, de estupendas instalaciones y localizado en pleno campo. Aquella noche fue fría pero ligeramente lluviosa, por lo que no me resistí a salir de la cama para dar una vuelta por los jardines del club en busca de anfibios. Deambulé hasta casi las 2 de la madrugada, pero no en vano así es como rescaté en primer lugar a una ranita meridional de la piscina y posteriormente a un sapo moruno de una fuente vacía.

Ranita meridional (Hyla meridionalis)

Sapo moruno (Sclerophrys mauritanica)

Antes del desayuno algunos de nosotros ya habíamos coincidido fuera viendo pájaros a primerísima hora. Por las instalaciones se movían oropéndolas, tórtolas europeas e incluso los primeros pinzones vulgares norteafricanos del viaje, pero sin duda el protagonismo se lo llevaron los bulbules naranjeros. 

Emilio pajareando nada mas amanecer...

Bulbul naranjero (Pycnonotus barbatus)

El día pintaba muy largo y no podíamos detenernos demasiado en cada sitio. La primera parada de rigor la hicimos en el bosque de cedros de Azrú, donde realizamos el primer intento (fallido) para ver pito de Levaillant, deleitándonos de paso con los amenazados macacos de Berbería que habitan estas montañas y observando a los pinzones vulgares de la subespecie "africana" como es debido.

Bosque de cedros de Azrú

Macaco de Berbería (Macaca sylvanus)

Pinzón vulgar norteafricano (Fringilla coelebs africana), macho

Al poco de abandonar el bosque nos detuvimos en una zona de lastras adyacente a la carretera que nos regaló tanto a la primera collalba de Seebohm del viaje como a las tres collalbas ibéricas, además de un precioso colirrojo diademado.

Las lastras de las collalbas...

Collalba de Seebohm (Oenanthe seebohmi), macho

Escala obligatoria en las inmediaciones del lago Aguelmane Sidi Ali, el mejor enclave para la observación de tarro canelo. No vimos menos de una treintena de ejemplares, todos ellos enceladísimos y ya emparejados.
Tampoco faltaron colirrojo diademado, roquero solitario, alcaudón común, culebrera europea o varias aves acuáticas como la focha moruna.

Lago Aguelmane Sidi Ali

Tarros canelos (Tadorna ferruginea)

Colirrojo diademado (Phoenicurus moussieri)​, macho

Me planteé seriamente si parar en el Plateau de l'Arid, en Zaida, ya que el año pasado no vimos gran cosa... Aun así opté al sí aunque sólo fuese para comer el bocadillo. No tardaron en aparecer las primeras collalbas desérticas.

Plateau de l'Arid

Collalba desértica (Oenanthe deserti), macho

Lagartija rugosa (Acanthodactylus boskianus)

Pero la sorpresa se haría de rogar hasta el momento de abrir el embutido, instante en el que llegó a mis oídos un canto de sirena que llevaba años esperando: la alondra ricotí. Sabía que esta zona era de las pocas del país donde se la podía encontrar, aunque no contaba con ello y menos a esas altas horas del mediodía. Pude comprobar de primera mano la fama de puñeteras que tienen, fáciles de oír pero terriblemente complicadas de ver. Llegué a localizar un ejemplar, pero tras esta única foto volvió a desvanecerse como un fantasma...

Alondra ricotí (Chersophilus duponti)

Haríamos noche en Errachidía, pero antes de llegar echamos un último vistazo en las gargantas del río Ziz, apuntándonos vencejos moros en el túnel del Legionario.

Gargantas del Ziz

Mirando al cielo desde el Túnel del Legionario...

Vencejos moros (Apus affinis)

Al día siguiente las observaciones comenzaron en el desayuno con un escribano sahariano que merodeaba por el comedor principal y que al parecer tenía su nido ubicado en la propia cocina... ¡Y nos pensamos que nuestro gorrión es casero!

Escribano sahariano (Emberiza sahari) bajo la atenta mirada del equipo...

El día empezaba fuerte, conduciendo a lo largo del increíble palmeral del Ziz hasta Erfoud. En las aldeas abundaban los escribanos y las collalbas negras de Brehm (o yebélicas), además de bulbules, zarceros pálidos y tórtolas europeas y senegalesas. El frío y la lluvia nos acompañaron hasta bien pasado Erfoud.

Palmeral del Ziz

Escribano sahariano (Emberiza sahari)

Zarcero pálido (Iduna pallida)

Merecía la pena echarle un vistazo rápido al río para intentar localizar a la subespecie norteafricana de lavandera blanca, deleitándonos a mayores con alzacolas rojizos y, más adelante, con nuestros primeros abejarucos persas.

Río Ziz

Lavandera blanca norteafricana (Motacilla alba subpersonata)

Abejaruco persa (Merops persicus)

Una vez en Jorf el sol y el calor nos dieron la bienvenida con los brazos abiertos. Aquí no faltaron ni alondras ibis ni terreras colinegras con pollos, siendo estas últimas el aláudido más frecuente del viaje mientras que en marzo del año pasado tan sólo la vimos malamente en una ocasión... Más sorprendente todavía me resultó su canto, alejándose del de sus parientes para emitir un bello silbido lastimero que llegaba incluso a recordar al de la propia ibis.

Tierras de El Jorf

Terrera colinegra (Ammomanes cinctura)

Tras mucho pateo decidimos comer junto a un pozo donde criaba una pareja de collalbas negras de Brehm, y donde a mayores acudían a beber multitud de aves de la zona como los camachuelos trompeteros e incluso mosquiteros en plena migración. Un jird gordo también se unió a la fiesta para sorpresa de todos...

El fructífero pozo...

Collalba negra de Brehm (Oenanthe leucopyga)

Camachuelo trompetero (Bucanetes githagineus), joven

Jird gordo (Psammomys obesus)

Allá donde alcanzaba la mirada tan sólo visualizaba un sitio apropiado para optar a ver víbora cornuda, de modo de lo revisé de arriba a abajo. Cansado de buscarla sin éxito me dediqué a levantar algunas de las piedras más grandes por si se dejase ver algún escorpión en su lugar, pero entonces... ¡Cerastes al canto!

Víbora cornuda (Cerastes cerastes)

El día llegaba a su fin, de modo que aprovechamos las últimas las luces de la tarde para ir a Rissani y buscar al búho del desierto en unos cortados al sur de dicha localidad, momento que compartimos con varios niños de la zona.

Los cortados del búho...

Nada mas llegar entró en escena un halcón borní, toda una joya con alas a la que por supuesto veneramos como bien se merece.

Halcón borní (Falco biarmicus)

Pero incluso este proyectil blanco llega a empequeñecer ante la estampa del Bubo de estas áridas tierras, el gran duque sahariano... el búho del desierto.

Búho del desierto (Bubo ascalaphus)

Y hasta aquí por hoy, me despido con esta foto del grupo junto a los niños con quienes compartimos observaciones. En la próxima entrada tocarán los alrededores de Rissani y el desierto de Erg Chebbi, de modo que llegará el turno de especies muy saharianas... ¡Hasta entonces a todos!

El grupo junto a la chavalería local

Espero que os haya gustado...
¡Gracias por visitar el blog!


2 comentarios:

  1. Una crónica muy interesante. Las collalbas, preciosas; la víbora cornuda me ha dejado impresionada; por eso y por todo lo demás... me encantó acompañaros en la ruta "virtual".
    Veo que es la primera de cuatro publicaciones, quizá también hubo oportunidad de fotografiar alguna mariposa y las veamos en las siguientes ¿o demasiado frío?

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    Respuestas
    1. ¡Gracias Chelo! ;)
      Mariposas había muy pocas en este ambiente desértico, aunque en la siguiente publicación sí que verás una bastante espectacular jeje...
      Un saludo

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