En mayo por fin se retiró la mayor parte de la nieve y la montaña lucía de vida y color, algo que todos los amantes de las alturas ansiábamos desde hace tiempo.
Por ello aproveché en compañía de varios amigos para subir al Pico Montihuero, lo cual implicaba pasar por la Laguna de las Verdes, enclave que ya ha aparecido varias veces en este blog (y espero que cada vez sean más).
Escribano montesino
Llegamos más o menos temprano a Torre de Babia para desde allí proseguir con el habitual camino hacia la laguna, por aquel entonces con campos repletos de orquídeas y multitud de pajarillos que le ponían la nota de sonido a la caminata.
Curruca zarcera
Escribano cerillo
Entre la gran variedad de invertebrados que se nos cruzaron en la pista destacó esta inconfundible oruga de mariposa apolo (Parnassius apollo).
Oruga de mariposa apolo
Ya cerca de la laguna los farallones calizos no dejan indiferente a nadie, y lo mismo hay que decir de los meandros de aguas cristalinas que hay a sus pies.
En esta zona encontramos a las dos lagartijas más representativas del lugar, la lagartija serrana y la lagartija de turbera.
Cuervo común
Lagartijas serranas
Lagartijas de turbera
Una vez terminada la ruta, que no tiene mayor dificultad que la de seguir un sendero, llegamos a la Laguna de las Verdes. Y como el día acompañaba nos dimos un rapidísimo chapuzón en sus gélidas aguas para combatir el calor...
Laguna de las Verdes
La laguna se encuentra en la base del propio Montihuero.
Entre los anfibios que la habitan nos encontramos con ranas bermejas, ranitas de San Antonio y sapos parteros (esta vez fallaron los tritones).
Otras menos simpáticas fueron las sanguijuelas, bastante grandes por cierto, que en sólo un instante pasaban de rechonchas a planas para nadar mejor.
Espadaña del Montihuero, y Laguna de las Verdes
Laguna de las Verdes
Ranas bermejas
Ranita de San Antonio
Sapos parteros comunes
Sanguijuelas
Laguna de las Verdes
A partir de este punto es cuando la cosa se pone difícil, pues toca subir por un canchal conocido como El Canalón, comprendido entre la Aguja de las Coloradas y la propia Espadaña del Montihuero. Chovas piquigualdas, buitres, algún acentor alpino y un gran repertorio de flora de montaña amenizaron la subida.
Subiendo por El Canalón, con la laguna al fondo
Aguja de las Coloradas
Chovas piquigualdas
Buitre leonado
Pulsatilla sp.
Gentiana verna
Una vez en la cumbre (a 2180 metros de altitud) quedamos sobrecogidos por las vistas, realmente soberbias, alcanzando incluso a ver cimas tan conocidas y atractivas como lo es Peña Ubiña, montaña a la que tenemos muchísimo cariño.
El grupo en la cima del Pico Montihuero (2180 msnm)
Yo en la cima del Pico Montihuero
Vistas desde la cima del Montihuero
El Siete (izq.), Peña Ubiña (centro) y Ubiña Pequeña (dech.)
Vistas desde el Pico Montihuero
Antes de ponernos de nuevo en marcha hicieron aparición una hembra de rebeco con su recental, y estuvimos observándolos hasta que se marcharon.
Rebeco cantábrico
Durante la bajada disfrutamos de lo lindo con lo que para mí es uno de los grandes espectáculos de la alta montaña: el celo del bisbita alpino.
Éste incluye el vuelo con caída en paracaídas (que comparte con otros bisbitas, aláudidos, algunas currucas o incluso el roquero rojo) combinado con el canto tan particular de los machos, que rápidamente se va acelerando hasta que llega un momento en el que parece que el bicho va a explotar. ¡Algo digno de verse!
Bisbita alpino
Las collalbas grises no llaman tanto la atención, pero ahí están...
Collalba gris
Erythronium dens-canis
Y por si el día no nos había parecido lo suficientemente productivo, lo
rematamos con un par de luciones. ¡Ahora sí!
Lución
¡Como siempre, espero que os haya gustado!
Arroyo procedente del deshielo de los grandes neveros